LA MEDITACIÓN

Es curioso como el ser humano puede lograr cosas que quizá ni nos planteamos.

En esta ocasión, te hablaré de mi caso personal y de una cosa en concreto: la meditación.

 

Todavía recuerdo el primer día que me puse a meditar. Fueron tantas las cosas que sentí…

- No sé si lo estaré haciendo bien.
- Mi mente no para de pensar cosas, muchas cosas. Salto de temas nivel rana.
- Me estoy poniendo nerviosa y me va a dar ansiedad. No sé si tengo que respirar profundo o si seguir mi respiración normal.
- ¿Quedará mucho?
- Que pase ya el tiempo, se me está haciendo eterno.
- Quiero parar ya.
- Mmmmm… creo que meditar no va de esto.
- Voy a informarme bien sobre cómo se medita porque seguro que algo se me escapa.
- Mejor paro y ya lo intento otro día.

 

Y seguro que me dejo algo…

 

Podría resumir mi primer contacto con la meditación como un martirio.

 

¡Qué estrés!

 

Después de esa primera toma de contacto con la meditación, tenía dos opciones: volver a hacerlo o dejarlo.

 

Y todos sabemos lo poco que me gusta a mí quedarme con la duda de algo, así que me decanté por averiguar si podría llegar a meditar algún día o no.

 

Busqué información sobre el tema y di con un curso gratuito de Jon Kabat Zinn, un experto en el área. Realicé su curso unas semanas y…

 

¡Salí de dudas!

 

Yo también podía meditar.

 

El curso te explicaba diversas técnicas de meditación mindfulness, es decir, de atención plena. Seguí las indicaciones, leí artículos, vi vídeos… ¡hasta hice un experimento muy top de atención plena con pasas! (Si no sabes de qué hablo, búscalo y, si te surge algo de curiosidad, te recomiendo que lo hagas).

 

Pues bien, como suele pasarme en muchas cosas, me empapé de info sobre el tema y lo puse en práctica durante unos 2 meses.

Después, simplemente perdí el foco. Bueno, más bien, lo puse en otra cosa (ya te dije que era muy de hacer cosas).

 

Pero… la meditación volvió a cruzarse en mi camino unos meses más tarde.

 

Y no seré yo quien le lleve la contraria al universo.

 

Así que pasó lo que tenía que pasar, porque ese era el momento adecuado para mí.

 

Sí, retomé el hábito de la meditación.

 

Inicialmente, recurría a ella en momentos de mayor agobio o estrés para relajarme. Pero, la meditación va mucho más allá.

 

Cuando entendí eso, la incluí en mis hábitos. Ya fueran 5 minutos o 35, pero ahí iba conmigo de la mano.

 

Eso sí, no te mentiré, le dedico menos tiempo del que me gustaría y del que sé que es necesario. Y lo sé no porque me lo hayan dicho, sino porque lo he experimentado yo misma.

 

No soy ninguna experta en el tema, pero sí puedo decirte que, en mi caso, el incluir el hábito de la meditación en mi vida, me ha aportado varias cosas positivas.

 

Si tuviera que destacar algo, te diría que el día que medito, logro enfocarme más en todo lo que hago en mi día y estoy más productiva que otros días en los que no lo hago.

 

También, me ha ayudado mucho a tener más claridad mental y a saber alejarme de los bucles mentales.

 

El abstraerme de los ruidos que pueda haber en el entorno o el centrarme en alguno en concreto, es algo que he logrado gracias a meditar.

 

Y bueno, hay muchos más beneficios asociados a la meditación que te aseguro que nos benefician.

 

Para nada pretendo hacerte instaurar este hábito a tu vida, simplemente comparto otra de tantas facetas que hay en la mía: la meditación.

 

Eso sí, si te han resonado mis palabras o te crea curiosidad o si eres como yo de esxs a quienes no les gusta quedarse con la duda, ¡pruébalo!

 

Total, ¿qué puedes perder por sentarte a respirar y a estar presente y contigo mismx por un rato?

 

Ya te contesto yo: tiempo.

 

Pero tiempo en el buen sentido.

 

Parar, sentir, respirar, estar presente y contigo mismx es una de las mejores sensaciones que hay.

 

Yo a eso le llamo invertir tiempo, que no es lo mismo que perderlo.

 

Drew,

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