COVID FREE

Por el título de este artículo es bastante evidente de lo que voy a hablarte hoy.

El Covid.

Bueno, no voy a hablarte del Covid como tal.

Más bien, de mi relación con él.

El 17 de enero me hice uno de esos test de antígenos que tan poco fiables son…

Y sí.

Di positivo.

Me cagué en todo.

Después, me pasé un día enterito con fiebre y en el sofá.

Porque entre frío, calor, fiebre, poca hambre, luego mucha hambre y demás, valoré que la mejor opción era quedarme relajadita y quieta en mi sofá.

Netflix fue mi compañía con una de sus mini series.

Por si tienes alguna duda, sí. Me la ventilé entera.

Por suerte, al día siguiente, ya no había ni rastro de esa fiebre que me estaba dejando en la ‘mierder’.

¡Qué bien pensarás!

Pues no.

La tos posterior creo que fue peor que la fiebre…

Solo podía toser con la mano apretando en el centro del pecho porque si no me dolía mil.

Notar que cada vez que toses se te clavan como alfileres en el pecho muy normal no es, pero al parecer es uno de los malditos síntomas del bicho.

En fin, que eso tampoco fue lo peor.

Una semana después, sigo dando positivo y con dolor de pecho, aunque ya no duele tanto porque ha desaparecido la tos (¡olé!).

Ahora parezco más bien una abuela, porque subir las escaleras o fregar cuatro platos, hace que me note cansada.

Pero cansada como si acabara de hacer una sesión de entreno de esas que tanto echo de menos.

No me falta el aire, ni jadeo ni nada por el estilo.

Es más bien una molestia continua en el pecho y una sensación que no es ni medio normal.

Así que nada, aquí estoy 8 días después de haber dado positivo, escribiendo este artículo mientras espero a que me llamen del cap para que me miren el pechito.

Seguro que no es nada porque a todo mi entorno que ha pasado Covid, le ha pasado algo similar, pero más vale asegurar y disipar mi ‘paranoia’.

Y hasta aquí mi historia de NO amor con el Covid.

Pero no, no me despido aún, porque no todo ha sido malo.

Mi querido y ‘maldito’ novio fue quien me lo pegó.

Todo parecía una simple otitis de esas que ha tenido mil veces, pero al parecer también era un síntoma que desconocíamos, así que no le dimos mucha más importancia.

A eso, lo acompañaron otros síntomas por los que he pasado yo también unos días después.

Pero bueno, esa es su historia y si te la quiere contar o no ya es cosa suya que yo ahí no entro.

Ves, ya me estaba yendo otra vez por las ramas.

Yo solo quería decirte que como él también había dado positivo, nos quedamos confinados juntos en nuestro pisito.

Y menos mal, porque ha habido ratos en los que no hubiera podido ni hacerme un triste huevo a la plancha de la flojera que sentía…

Convivir con él es fácil.

Él en general lo es.

No vivimos en el mundo de yupi, porque obviamente, cada persona tiene sus cosas y es un universo, pero nos hemos adaptado (y seguimos haciéndolo) muy bien el uno al otro.

Eso ha sido lo mejor de estar confinada.

Estarlo con él.

Cuidarnos el uno al otro de la mejor manera que sabemos.

Dormir un día cualquiera una siesta en el sofá, de esas que se te va un poco de las manos con el rato, pero que tan bien le sienta a tu cuerpo luego porque estás pochi y necesitas recuperar.

Leer más rato del habitual.

Sí, me podría pasar horas y horas leyendo que no me cansaría.

Pensar en la decoración del pisito y mirar mil cosas por internet.

En fin, cosas varias que dan un poco la vida y te hacen no pensar en que estás confinada y te encuentras más mal que bien.

Pero no todo ha sido perrear.

También hemos estado pencando y currando un poquito.

En mi caso, ratos más cortos, ya que es lo que me permitía mi flojera…

Pero lo he hecho.

Me quedo con eso.

He sabido no ser tan exigente conmigo y he entendido una vez más que cada persona necesita sus tiempos.

Y, lo más importante de todo, he sabido escuchar qué necesitaba mi cuerpo.

Creo que esto es un punto a destacar, ya que, por norma general, no estamos acostumbrados a eso.

De pequeñxs nadie nos explica en detalle el tema de las emociones y es de mayores cuando vamos siendo conscientes de ellas (aunque según la persona, a veces ni con la edad lo es).

Además, es un tema un poco tabú en la sociedad, porque parece que esté mal visto el hablar de emociones, sentimientos y cosas por el estilo.

Estoy de acuerdo en que te puede costar más o menos.

Pero yo lo veo de otro modo.

Si no quieres compartirlo, no lo hagas.

Pero al menos, date el placer y el beneficio a ti mismx de escucharte y autoconocerte.

Mi recomendación es que sí lo compartas, ya que, bajo mi experiencia es gratificante y seguro que ver las cosas con otra perspectiva, te ayudará en algo.

Pero no tienes por qué opinar igual.

Eso sí, desde que he aprendido a escucharme me va mucho mejor.

Ahora te hago una pregunta a ti que me lees, ya sea cada dos semanas o cuando te da el venazo.

¿Cómo estás?

Así, sin más.

Y no me refiero a un bien o un mal, sino a cómo lo estás realmente.

Quizá te parezca una tontería, pero si empiezas a indagar, seguro que descubres de ti muchas cosas que ni sabías ni te habías planteado.

Ya me contarás.

Drew,

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