FIESTAS NAVIDEÑAS

 Hoy me apetece hablarte de las fiestas navideñas.

 

Sí, porque han sido hace nada y me ha dado el venazo.

 

Seas quien seas tú que me estás leyendo, seguro que tus fiestas también han sido algo más que peculiares.

 

Parece que esto de la nueva normalidad se está alargando más de lo esperado y que no paran de aparecer nuevas variantes del bicho que no nos dejan acabar de retomar nuestras vidas habituales.

 

Pero no me quiero desviar del tema.

 

Sí, mis fiestas navideñas tampoco han sido “normales”.

 

Aunque no he venido a aquí a hablarte de tests de antígenos (esos que todxs hemos buscado como locxs para poder juntarnos con algo más de tranquilidad si tenían un resultado negativo).

 

Obviaré mi opinión al respecto porque, como ya te he dicho, no he venido a aquí a contarte mi postura ni opinión del virus.


 He venido aquí para hacerte reflexionar una vez más. En este caso, sobre las personas.

 

Aunque es algo sobre lo que he reflexionado varias veces, he sido todavía más consciente de ello al acabar el año.

 

Mis fiestas navideñas han sido diferentes a las que solía tener.

 

Muy diferentes.

 

En primer lugar, han sido las primeras navidades sin mi abuela…

 

Y el día 24 de diciembre, no nos juntamos todxs en su casa como era lo habitual.

 

Es más, estas fiestas he visto menos a mi familia de lo que me gustaría y/o siempre he hecho.

 

Solo nos hemos visto en San Esteban.

 

Pero, en mi caso ha sido por una buena causa.

 

¿Qué dónde he estado?

 

Pues con la familia de mi chico.

 

Mi nueva familia, como a él le gusta decir (y a mí escuchar).

 

Y creo que, a pesar de no haber vivido las últimas fiestas como siempre, no podían haber sido mejores.

 

También han sido nuestras primeras navidades juntos (con mi chico digo) y las primeras en nuestro pisito.

 

Llevamos muy poco tiempo juntos, pero a nosotros nos da igual todo y vamos un poco fluyendo con la vida.

 

Sí, fluyendo.

 

¡Qué bonita la palabra fluir leñe!

 

Será por eso que me la he tatuado.

 

Porque refleja perfectamente lo que he estado viviendo la mayor parte del 2021.

 

Ves, ya me he ido otra vez del tema.

 

Al final serán peores mis textos que mis podcasts de Whatsapp… jajaja

 

Vale, sigo con mi reflexión.

 

Como te decía, al llevar tan poco juntos, también hace relativamente poco que conozco a esa nueva familia de la que te hablaba unas líneas atrás.

 

Aunque eso no ha sido un obstáculo ni para ellos ni para mí.

 

Porque se han entregado desde el minuto uno (igual que mi familia ha hecho con él).

 

El caso es que el día 24 fue el cumple de su madre (mi suegri) y, obviamente, era de vital importancia pasarlo en su casa.

 

¡Pero ojo, yo encantadísima!

 

Y mira que me acordé de mi abuela durante toda la semana y estaba yo un poco bastante floja de ánimo, pero oye, que lograron que mi ánimo subiera como la espuma en un día tan especial para mí.

 

Ahora por motivo doble.

 

Lo que quiero decirte con todo esto es que es curioso cómo, a veces, las personas pueden hacer que te cambie el ánimo sin siquiera saber que te pasa algo.

 

Porque nunca sabemos lo que cada uno lleva por dentro ni las montañas rusas emocionales que estamos viviendo.

 

Sí. Esos altibajos que no todas las personas son capaces de reconocer, pero que, hablarlos te reconforta a niveles exagerados.

 

Así que sí, mis fiestas navideñas han sido más con mi nueva familia que con la mía habitual, pero han sido perfectas tal y como han sido.

 

Dicho esto, que quizá te haya importado más bien poco saberlo (o no, eso ya júzgalo tú mismx), solo me queda decirte que te abras a la vida y a las nuevas experiencias.

 

Que salgas de tu zona de confort (sí, ya sé que esta frase está muy trillada, pero es que es verdad).

 

Que fluyas y disfrutes de todo lo que venga.

 

Y, recordarte, que los cambios siempre van acompañados de algo bueno.

 

Así que no te resistas.

 

Y diviértete.

 

Muy mucho.

 

¡Feliz 2022!

 

Drew,

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