EL PLACER DE LAS PEQUEÑAS COSAS

 ¿Alguna vez te has parado a observar de manera consciente los pequeños placeres de la vida?

No me refiero a todo aquello que te gusta (que también).

Más bien a todo aquello a lo que no le das la más mínima importancia hasta que se producen una serie de circunstancias en las que, de repente, le das una importancia que no le habías dado hasta ese momento.

Te pongo en situación.

Mi Vidi (mi chico) y yo, nos alquilamos un pisito a finales de año.

Con toda nuestra locura, entramos a vivir en él sin apenas nada.

Nuestra cama fue un colchón hinchable durante casi 3 semanas.

¡Pero ojo, yo no había dormido en uno tan cómodo jamás!

No era el típico que utilizas cuando te vas de camping.

Sí, ese que por un lado es rojo y por el otro azul marino.

Seguro que sabes de cuál te hablo.

El nuestro, era igual de alto que un colchón de cama real (o diría que, incluso más).

Recuerdo cuando nos llegó y vi que se hinchaba solo.

Mi Vidi se ‘reía’ de mí porque estaba cual niña pequeña.

Sí, soy un poco exagerada.

Pero no sabía que podía haber un colchón tan parecido a una cama y que fuera tan fácil de hinchar (solo había que esperar y yo estoy acostumbrada al puñetero hinchador de pie).

Bueno, sí sabía que existían, pero no los había probado nunca.

Entre eso y la emoción que siente unx cuando empieza una nueva vida, pues imagíname.

En fin, que todo muy bonito, práctico y cómodo, pero, tras 3 semanas en él, solo rezábamos para que nos llegara de una vez nuestra querida cama.

Hubo un error en la entrega y el esperado día se demoró un poco más, pero, llegó.

Te prometo que no lloré de milagro.

¡Ese colchón sí que era comodidad!

Podría vivir en él, dije.

(E ahí mi vena exagerada de nuevo).

Pero… ¿ahora que ya teníamos cama qué?

Pues que nos faltaba todo lo demás.

Y cuando digo todo, es todo.

Llegaron la lavadora y la nevera.

¡Bendita nevera!

Y después, el sofá.

Y de nuevo dije eso de: ‘podría vivir en él’.

Y aquí mi madre estaría más que de acuerdo conmigo.

Ella, casi murió de placer cuando lo probó.

Y tengo una foto que no haré pública, pero que lo confirma.

Aunque seguíamos sin muebles…

¡Qué locos! Pensarás.

Pero nosotros no necesitábamos nada más.

Con eso, una mesa de camping y un par de sillas de fiesta mayor, teníamos suficiente.

El uno con el otro y, el otro con el uno.

Y sí, te cuento todo esto para llegar después a mi reflexión final, no te adelantes.

Bueno, sigo.

Ya sabíamos que los muebles iban a tardar 2-3 meses en llegar desde que los compramos, pero nos dio igual.

La fecha estimada de entrega era final de enero.

Y yo, con mi querida impaciencia, llamé prácticamente cada semana desde que empezó el año, para ver si sabían algo más concreto.

Obviamente, la respuesta siempre era la misma: “ya te llamaremos cuando sepamos fecha de entrega”.

Hasta que, un día, me dijeron que ya habían llegado una parte de los muebles, los del dormitorio (excepto la cama que ya la habíamos comprado en otro sitio).

Pero, iban pasando los días y no recibíamos ninguna llamada…

Y mi impaciencia volvió a salir a la luz.

En uno de esos intentos míos, por fin me dijeron que, a la semana siguiente me llamarían para la entrega.

Pero no fue así…

Todo lo que había estado haciendo hasta ese momento, no me había servido de nada que no fuera ‘estresarme’, así que, haciendo caso a mi chico, decidí esperar sin volver a llamar.

Hasta que vino a mi cabeza el pensamiento de que, estábamos prácticamente a mediados de febrero y seguíamos sin muebles.

Yo quería una fecha de entrega.

Sí, maldito control. (Mi amiga Soraya me entenderá muy bien jejeje)

Pues bien…

El día 19, nos entregaron los esperados muebles.

Y los dos encantados.

Es cierto que, los escogimos a gusto de ambos.

Pero, no es lo mismo hacerte una imagen mental, que verlo in situ.

¡Suerte que nos gustaron! pensé.

Ahora ya solo nos faltan las cortinas y decorarlo todo bien.

Bueno, solo no, pero, así como ‘importante’ sí.

No te impacientes y sigue leyendo que, solo voy a contarte una última cosa antes de llegar a la reflexión final que tanto me gusta.

En la barra que hay en la cocina, hemos puesto 2 taburetes altos.

Quizá no lo veas algo raro, pero yo nunca he tenido uno de esos.

Y me encantan por varios motivos.

Porque es algo que nunca he tenido, porque son amarillos (y lo petan) y porque puedo quedarme con los pies colgando (cosa que, no sé por qué, pero siempre me ha gustado).

Vale sí, tampoco es muy difícil que yo no llegue al suelo porque soy un ‘Minion Liliputiense’, pero mola igual.

Y te cuento esto porque, fue desayunando en uno de estos taburetes cuando me di cuenta de algo.

No apreciamos las pequeñas cosas.

Creo que es algo de lo que pecamos toda la sociedad.

Estamos tan acostumbrados a tenerlo casi todo que, no le damos a las cosas el valor que se merecen.

Yo siempre intento fijarme en las pequeñas cosas, pero, en este caso, lo he hecho más.

El lanzarme junto a mi Vidi a esta aventura loca de irnos a vivir juntos con lo justo, me ha hecho darme cuenta de todo aquello que he tenido siempre en mi día a día y no he sabido apreciar.

Una cama, un sofá, una lavadora, una nevera, unos muebles y, hasta algo tan simple como un taburete, me han hecho reafirmar una vez más que, el placer de las pequeñas cosas es algo que nunca debemos olvidar.

Por eso te aconsejo que te plantees qué es todo aquello que tienes en tu vida y que realmente veas si es necesario o no. Si lo es, aprécialo como toca y, si no, no lo alargues más y tíralo/regálalo/véndelo.

Solo deseo que, lo hagas o no, seas capaz de apreciar a partir de ahora todas aquellas pequeñas cosas que rodean tu vida, pero de una manera consciente.

Ya sea algo material o no.

Es más, mejor si aprecias lo segundo ante lo primero.

Porque sí, nunca pensé que echaría tanto en falta unos muebles y demás.

Pero que me/nos haya pasado esta situación, ha hecho que me pare a reflexionar sobre todo aquello que aprecio y quiero en mi vida.

Y, obviamente, todo aquello que no es material, prima sobre lo que sí lo es.

No creas que opino lo contrario solo por haberte hablado de cosas materiales.

Simplemente, te he explicado una larga situación que me ha llevado a reflexionar aún más de lo que ya lo hago habitualmente.

Dicho esto, solo me queda desearte suerte en tu búsqueda de los pequeños placeres de la vida (si es que la haces).

Y recuerda, nunca olvides el placer de las pequeñas cosas.

Tienen un valor incalculable.

Que no se te olvide.

Drew,

Comentarios

  1. Gracias Andriu por compartir tus reflexiones por aquí, muy de acuerdo con todo! Cuando quedamos para que nos los cuentes en directo!

    Car

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

PAUSAS

ERES RARA

FLUIR