365

Hace unos días se cumplieron 365 días desde que empezamos todo.

Mi Vidi y yo digo.

Un año desde aquel primer beso.

Por suerte le han seguido muchos más.

Así que hoy, me nace hablarte un poco de esto.

Como en todo en la vida, este año han sido protagonistas un sinfín de emociones.

Yo soy de llamarlo ‘montaña rusa emocional’.

Lo bueno, lo malo, lo no tan bueno y lo no tan malo.

Ahí se podría englobar todo.

En ocasiones, no ha sido un año bueno para mí.

Más que nada por algunos temas de salud (calma, estoy bien), por temas laborales y, en ocasiones, por prestarle demasiada atención a la cabeza.

Pero he entendido que debía alejarme de todo eso, estar conmigo y avanzar.

Y lo he hecho de la mejor manera que he sabido en cada momento y también de la que he necesitado.

Pero bueno, si me lees habitualmente, esto es algo que ya sabrás.

Y que me voy por las ramas como ahora, también.

Que yo no venía a hablar de mí.

Quería hablar de un nosotros.

En fin, que lo nuestro fue todo muy loco desde nuestros inicios.

Era un sin sentido de emociones nuevas para ambos.

A una velocidad más rápida de lo que uno espera.

Por tanto, ha ido de la mano de su debida gestión emocional.

Lo conocí en un momento en el que, sabía que mi vida necesitaba un cambio.

Estaba convencida de que quería hacerlo, pero no encontraba el modo.

Yo solo sé que quería pausar.

En todo.

Algo dentro de mí, me decía que si pausaba y accionaba para lograr el cambio total que quería, todo iba a ir mejor.

Sabía que, tras esa pausa necesaria, vendría la felicidad.

Pero me faltaba accionar y saber el cómo.

Lo más fácil para mí era seguir como siempre y no escucharme.

Aunque sabía que ese no era el camino que me llevaría a donde yo quería.

Por suerte, en esa época fue cuando me apunté al Club Antigimnasio.

Y ese fue el primer paso que di.

También creé este blog en esa época (de ahí el nombre).

Mis entrenos y cuidado personal pasaron a estar por delante de cualquier plan.

Y así estuve 2 meses, hasta que apareció ÉL.

Todo ese estilo de vida saludable que llevaba se redujo casi a la mitad.

Pero a mí, me nacía verlo.

Seguí con mi cuidado personal y mis entrenos, pero moví toda mi agenda para que no me coincidiera nada con sus horarios libres.

En fin, que yo sabía (aunque aún no lo reconocía) que me gustaba más de lo que decía.

Quizá, quedármelo para mí, lo hizo todo aún más especial.

De hecho, cuando comentaba que quedaba con él, mi frase era que iba a tener una ‘no-cita’.

Pero un 21 de agosto todo cambió.

Ese día expresé que íbamos a tener mi primera cita oficial.

Y sí, se lo dije a él.

Yo no sé cómo no salió corriendo por pensar que estaba como una cabra.

Ahora, tras un año, ya lo he entendido.

Él está igual o peor que yo.

El caso es que, tuvimos esa cita y, como era lógico, hubo beso.

(oohhhhhh ¡qué bonito!) jajaja

Vale, ahora piensa en los inicios con alguna pareja tuya (o con la actual, si la tienes).

Imagina que llevas un mes conociendo a alguien y que cuando solo quieres seguir conociendo más de esa persona, se va una semana de vacaciones.

Te mueres y te cagas en todo, ¿no?

Pues él siguió vivo cuando yo me fui.

A principios de verano, ya había reservado una semana de cuidado de mente y cuerpo en Tenerife.

Sí, con el ya famoso Club Antigimnasio.

Así que el 1 de septiembre, desaparecí físicamente por unos días para dedicarme tiempo a mí.

Allí, cuando contaba cosas de mi vida a los compañeros, hablaba más de él que de otra cosa.

Sentía que lo conocía desde hacía más tiempo del real.

Y lo echaba de menos.

Así que sí, esa semana me sirvió para reafirmar lo que ya sabía que sentía.

Lo quería.

Mucho para el tiempo que hacía que lo conocía.

Era algo que no tenía lógica para mi cabeza (ni para la de cualquier humano), pero yo lo sentía así.

Recuerdo que, al volver de ese viaje, me vino a buscar al aeropuerto y estaba nerviosa nivel diosa porque lo iba a ver.

No tan nerviosa como cuando empezamos a quedar, pero lo estaba mucho también.

Total, que llegué a casa a la una de la madrugada porque nos fuimos a cenar tras recogerme.

Y me vine a arriba.

Le conté a mi madre que había conocido a un chico y que, si me daba el venazo, me iría a vivir con él.

Aquí, haré un apunte: yo no hablo nunca de estas cosas en casa y mucho menos si no hace ni tres meses que conozco a esa persona. Obviamente, de lo de vivir con él, aún menos.

Pero me nació así.

Mi madre se quedó blanca (y eso que ya lo es jeje).

Pero yo me sentí TAN bien al hacerlo…

Ni siquiera me quité la mochila que llevaba colgada para hablar con ella.

Fue un venazo que me dio.

Después, ducha y a la cama.

Pero no a dormir, sino a contarle mi ‘ida de olla’ por WhatsApp.

A él, claro.

Porque eso es otra cosa, nos estuvimos viendo casi cada día durante medio verano.

Y después, tras llegar ambos a casa, no podría contar las horas que seguíamos hablando por el móvil.

Se nos iba de las manos…

Reconozco que, sabía que yo no podía acostarme tan tarde, pero quería seguir hablando con él, aun viéndolo cada día.

Y él, tampoco es que durmiera mucho porque tenía que madrugar.

El amor, supongo que te hace hacer cosas de ese estilo.

Y sí, yo sentía que lo nuestro lo era.

A principios de verano, como te contaba al inicio, ya había decidido hacer ese cambio en mí.

Por motivos varios y tras tiempo de conocimiento personal, decidí cambiar mi filosofía de vida.

Pensar menos, sentir más y fluir.

Y él, apareció justo en el momento perfecto.

Perfecto para mí, porque me ayudó (sin saberlo) a llevar a cabo ese cambio de filosofía.

Con él, he aprendido muchas cosas en este año.

Una de ellas, que lo importante soy yo y no el resto ni el qué dirán.

Eso es de lo que más me ha costado cambiar, porque mi vida siempre ha estado muy condicionada por mi entorno.

No por ellos como tal, sino porque yo me he centrado siempre más en el entorno que en mí.

Error por mi parte, lo sé.

Pero ya sabes que dicen que los automáticos son muy difíciles de cambiar.

Pues con las costumbres y la zona de confort, pasa igual.

Por suerte, hace un año ya decidí que lo más importante de mi vida iba a ser yo y mi cuidado físico y mental.

Aunque se truncara ese pensamiento un poco en verano.

Pero creo que el que fuera por conocer a alguien especial, lo justifica.

En fin, que me estoy liando más de la cuenta escribiendo.

Pero es que, no pararía.

Cuando escribes de algo que te nace, te gusta y te hace sentir bien, pasa esto.

Así que voy a resumir muy brevemente a modo de balance todo este año juntos.

Hemos aprendido, tanto uno como otro, del uno y del otro.

Bueno, de nosotros mismos también.

Y hablo en plural, porque son cosas que siempre hemos ido hablando, así que lo sé.

La comunicación siempre la hemos llevado de la mano.

El apoyarnos, también.

En todo y para todo.

Supongo que, si tienes a alguna persona en tu vida con quien hayas congeniado a un nivel mayor que con el resto y desde un inicio, me entenderás.

Con él, siempre me he movido por lo que sentía, por energías.

Y la suya me atrajo desde que lo empecé a conocer.

Y ya no pude parar.

También me atrajo su sonrisa, no lo negaré.

Y mil cosas más conforme lo iba conociendo.

Así que, ahora te estoy escribiendo desde nuestro pisito.

En el que llevamos desde diciembre (por si no lo leíste antes).

Otra locura nuestra el irnos a vivir juntos cuando hacía tan poco que nos conocíamos.

Pero fluir es lo que tiene.

Si lo sientes, hazlo.

Así, como nueva frase para aplicar en la vida.

Obviamente, como en toda pareja y/o relación entre personas, ha habido de todo.

Pero, creo que lo bueno no es quedarse en eso, porque es pasado.

Bajo mi punto de vista, pase lo que pase y del modo que sea, siempre hay que mirar a futuro y avanzar.

Y solo mirar al pasado para aprender.

Y eso hemos hecho siempre.

Avanzar, pero juntos.

Y así pensamos seguir.

Con él, también he aprendido y descubierto una parte moñas de mí.

Él te dirá que soy muy pesada, pero yo te responderé diciendo que vale pero que me quiere.

Supongo que, el simple hecho de estar escribiendo este artículo ya deja constancia de que un poco moñas sí que soy, así que, si lo piensas como él, no te lo rebatiré.

Pero bueno, la vida se trata de eso, de sentir.

De fluir.

De compenetrarse.

De comunicarse.

Y de mil cosas bonitas más.

Y el tener a alguien al lado que te complemente y que te apoye para que solo mejores, es de lo que más agradecida estoy.

Así que nada, voy a ir cerrando este artículo porque veo que, si no, tú también vas a sufrir aún más mi parte moñas.

Créeme cuando te digo que mejor que no (si no me crees, pregúntale a mi prima que lo ha vivido ya la pobre…).

Por mi parte, solo me queda darte un consejo final que es el que a mí me ha funcionado, por si quieres probar.

Piensa menos, siente más y fluye.

Yo seguiré mi camino con el amor de mi vida.

Porque, como siempre decimos ambos, no sabemos que podrá pasar, pero ambos sentimos que lo somos.

Y pretendemos seguir siéndolo.

Aprendiendo y avanzando juntos.

El uno con el otro y el otro con el uno.

PD: te amo cariño.

Drew,

 

 

 

 

 

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