5 ESTRELLAS
¿Alguna vez has estado en un hotel 5 estrellas?
Me refiero a hospedadx en
uno de ellos.
Yo sí.
Solo una.
Y hoy quiero hablarte de
ella.
Fue hace un par de
semanas para celebrar dos cosas.
Que mi Vidi y yo habíamos
hecho 1 año, como ya sabrás por mi artículo anterior.
Y que celebrábamos mi
tercer cumple vida.
Vamos que hacía tres años
de mi operación, de la cual te hablaré más adelante.
No pienses que comparto lo
del hotel en plan ‘mira, he ido a un hotel 5 estrellas’.
Simplemente, el ir, me ha
hecho pensar en varias cosas y quiero compartirlo contigo que me lees.
Y conmigo misma.
Que también escribo para
mí.
Benditos momentos que me
permito tener.
¡Qué importantes son y
qué bien hacen!
En fin, el hotel.
Te contaré que estuve en
Andorra.
Nos fuimos de sábado a
lunes.
Era mi primera vez en
Soldeu (donde estaba el hotel) y en un 5 estrellas.
Había visto que tenía spa
y la entrada típica de madera de esos hoteles de montaña.
Pero nada más.
Al llegar, me abrieron la
puerta del coche.
Ahí ya…
Reconozco que en ese
momento me vino la imagen a la cabeza de las típicas películas americanas en
las que te abren la puerta del coche con un paraguas.
Y sí, quise que lloviera.
(yo y mis pelis jaja)
Pero no llovía, no.
Bueno, hicimos el
check-in.
Y nos dirigimos a la
habitación a cambiarnos.
Teníamos reservado el spa
a las 18h.
Aún teníamos hora y media
para descansar.
Cuando subimos, ya nos
habían subido las maletas.
Aparcaron el coche
también.
En fin, con estas cosas,
creo que es normal que me imaginara la escena anterior del paraguas.
Llegó la hora del spa.
Nos pusimos los
albornoces que nos habían dejado y nos fuimos de paseo por el hotel.
Y digo de paseo porque
nos recorrimos medio hotel hasta llegar a él.
No nos perdimos, pero ese
hotel tenía como 3 en 1 o algo así, porque era enorme…
Qué bien sienta un spa
para desconectar.
O cualquier cosa que
hagamos por y para nosotros, está claro.
Nada más entrar a la zona
habilitada como spa, casi muero.
Estaba sonando “Rivers
flows in you”, de Yiruma.
Tengo claro que, si me
caso, será con esa canción.
Así que mi mood, entró directamente en paz, calma,
tranquilidad y todos sus derivados.
Acompañado de una sonrisa
de pavería que no me aguantaba ni yo.
Del spa te puedo contar
lo típico.
Saunas y baños de vapor varios.
Piscinas calientes.
Y dos piscinas frías.
Una con piedras para que
camines sobre ellas.
¡Muérome! de molestias en
los pies, pero lo hice.
Y otra solo de agua, aún
más fría que la primera.
Ojo que pensaba que me
iba a costar más, pero me metí en ella como si nada.
Recordé un momento en el
que, en Tenerife, Reich se bañó en una como quien pasea por el bosque.
Y así lo hice, como si
nada.
Y ¡pum, cabeza dentro!
No me recreé mucho más,
pero lo hice dos veces.
Me sentí más que bien
porque no sabía si sería capaz.
También había jacuzzis.
Los interiores, con
vistas a las montañas.
Lo cual en invierno debe
de ser más que flipante, porque esas montañas son las pistas de esquí.
Y después había una
pequeña piscina exterior con un par de espacios modo jacuzzi.
Estar ahí, con el frescor
en la piel, en una piscina a temperatura media (la perfecta para mí), con las
burbujas, mi Vidi y las vistas impresionantes…
En ese momento, no podría
haber habido nada mejor que definiera la palabra desconectar.
Y va y empieza a
chispear.
¡Qué guay pensé!
Hasta que saqué un brazo
y noté que el agua estaba más helada que los cubitos en el congelador.
Tras el spa, solo
queríamos ducharnos y morir.
Eso te deja noqueado.
Pero habíamos reservado
para cenar.
El hotel tenía 4
restaurantes abiertos.
Escogimos el bar para
hacer tapeo.
No tuvimos duda de ello.
Hacían música en directo.
Cuando llegamos, ya había
empezado.
Un hombre y un piano.
No hacía falta más.
Óscar, creo que así se
llamaba, hizo de nuestra cena otra realidad.
Las canciones que tocaba.
El modo de hacerlo.
El movimiento de los
dedos en el piano.
La pasión que se
desprendía de todo el conjunto.
Todo, absolutamente todo,
fue mejor de lo que podíamos imaginar.
Además, probamos las
mejores croquetas para ambos hasta el momento.
Una mezcla de pollo y
jamón, con bechamel.
Manjar del bueno.
Sí, tenía que comentar
esta delicia. Son croquetas.
Vale, volviendo a la
experiencia del hotel 5 estrellas, poco más te puedo compartir ya de este
primer día.
Al día siguiente, tras
nuestro desayuno en el hotel, decidimos hacer una excursión.
Todo parecía fácil.
El plan era: subir a las
pistas con el teleférico, hacer la excursión al lago, comer y volver al hotel.
Así que cogimos el turbo
y ¡al lío!
Una vez llegamos arriba,
nos lanzamos a caminar.
Nos habían dado un mapa,
así que nos dirigimos camino al lago.
No nos habían dicho nada,
pero unos amigos habían estado hacía poco y habían hecho esa excursión, así que
nos pusimos a ello.
Es cierto que, en el mapa aparecían dos lagos y no sabíamos cuál sería el lago precioso del que nos
habían hablado ellos.
Nos decidimos por el más
grande.
¿Tú has visto el lago?
Pues nosotros, tampoco.
Ese sería el modo de
contarte lo que vino después.
Seguimos sin saber si era
el otro lago o si, nos habían dado un mapa antiguo o qué sé yo.
La cuestión es que,
nuestra mañana fue una gran aventura buscando un lago a pleno sol que no
llegamos a encontrar.
Ojo porque yo había
decidido ir con mallas largas por si tenía fresco ahí en las pistas.
Además, cogí una sudadera
y un jersey fino.
El resultado es que,
acabé con las mallas (porque no me quedaba otra) y en sujetador.
Y sudando como un pollo.
Gorra y crema solar, eso
sí.
Cuesta arriba, cuesta
abajo, vamos por aquí que seguro que atajamos y frases del estilo nos
acompañaron durante las 2-3 horas que nos tiramos con la pateada.
Por fin llegamos al
restaurante.
Refresco bien frío y ¡a
comer!
Después, solo queríamos
dormir, pero nos tocaba otro rato de spa.
Porque sí, te entran 2
horas de spa por cada noche que reserves.
Recuerdo que nos daba
mucha pereza, pero nos sentó de lujo.
Para cenar, decidimos que
la mejor opción era japo.
Y lo fue.
Eso sí, después solo
queríamos descansar.
Pues bien, te he contado
esta primera vez mía en un hotel 5 estrellas para comentarte varias cosas.
La primera, la he
bautizado como el torbellino humano que somos.
Cuando vamos ahí a tope
con nuestro piloto automático activado, que es lo que viene siendo la mayor
parte de nuestra vida, solo queremos parar y descansar.
Pero muchas veces, por el
motivo que sea, no podemos.
Este finde del que te he
hablado, mi Vidi y yo pudimos desconectar muy mucho, pero nos dejó ko.
Por norma general, los
humanos tenemos tan mal acostumbrado al cuerpo que, cuando tenemos momentos de
calma, bienestar y paz, no siempre sabemos sacarles el máximo partido.
Esos momentos no deberían
dejarnos ‘en la mierder’, sino todo lo contrario.
Nos deberían dar un chute
gigante de energía.
Pero es curioso como, por
norma general, suele pasarnos lo contario.
Eso me lleva a pensar que
deberíamos bajar una marcha nuestro ritmo de vida habitual.
Porque, no sirve de nada
tener un finde de desconexión y relax si, tras la vuelta, vamos a estar 2 o 3
días arrastrando un cansancio que no entendemos.
Ojalá poder desconectar
todos realmente de la rutina habitual, pero que hacerlo nos diera una recarga
de pilas para querer comernos el mundo y no seguir en la cama como si
tuviéramos gripe.
La segunda, la antipatía
humana por naturaleza.
Me explicaré mejor, que
no me refiero a que todxs seamos unxs bordes no.
En ese hotel, me he
sentido abrumada por el nivel de amabilidad que hemos recibido durante nuestra
estancia.
Y ahora no me digas que
les pagan por ello.
Sí y no.
Es cierto que, el
personal ya está cualificado para ello y que no cualquiera puede trabajar en un
5 estrellas.
Pero también te digo que
no todo el mundo entraría en lo que para mí ha sido top.
Una cosa es ser amable y
servicial porque te pagan por ello y otra es serlo a niveles exagerados y
transmitir que te apasiona tu trabajo.
Yo, me refiero a lo
segundo.
En concreto, nos
encontramos con dos chicos que nos dejaron anonadados.
Es un poco como el hombre
del piano.
Energía y amabilidad,
todo en uno.
Ninguna queja del resto
del personal eh, pero éstas dos personas en concreto nos sorprendieron muy
gratamente.
Pues esto, me llevó a
pensar que, no cuesta tanto ser amable.
Las personas deberíamos
serlo un poco mucho más.
Porque esa buena energía
se contagia.
El ser humano, es más
egoísta de lo que pensamos.
Párate a reflexionar
sobre ello y me cuentas.
Pensamos más en
individual que en otra cosa, en nuestra mejora en lugar de sacar esa parte más
servicial que todos tenemos.
Así que sí, este fin de
semana de desconexión, también me ha hecho darme cuenta de lo importante que es
ESTAR y SER para poder MOSTRAR y DAR.
Y que todo va de
energías.
Porque yo solo tenía
ganas de dar y agradecer.
En fin, que me voy a
poner hierbas y bastante me he enrollado ya.
Solo quiero recordarte
que saques momentos para ti.
Para estar contigo y
poder SER.
Que tengas presente en tu
vida el AGRADECIMIENTO.
Te cuento por experiencia
que la energía que se generará a tu alrededor será tal que ya no podrás ni
querrás dejar de tenerla.
Y así estoy yo.
Con mi modo más zen por
bandera y dirigiendo mi vida hacia todo lo que me permita estar en esa energía
que tanto bien me hace.
Drew (la hierbas de las
energías),
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