MÁS TRECE DE KENYA

En el artículo anterior, hablé de muchas cosas, pero me dejé un momento muy mágico en grupo.

Me atrevería a decir que el más especial de esa primera parte del viaje.

El paseo en barco.

Teníamos reservado un barquito para pasear por los canales y ver el atardecer desde él.

Todo muy moni así decorado con flores.

Además, incluyeron picoteo de cositas ricas del lugar.

Nos sentamos en una parte algunas chicas.

Charla por aquí, foto por allá…

En la otra, el resto del grupo.

Después, al final del viaje, Sori y yo nos cambiamos para disfrutar del momento atardecer románticamente con nuestros chicos.

La verdad es que conectamos con la naturaleza y con el grupo en un omento especial para todos.

Y hicimos una parada en un bar flotante que nos hizo conectar todavía más.

Con bailes al puro estilo de Jedi, nuestro guía, intentando imitar todo su flow.

Y con muchas risas.

Pero bueno, hoy quería hablarte de la segunda parte del viaje.

En realidad, lo quería haber hecho hace 2 semanas, cuando estaba planificado.

Pero me he permitido saltarme una publicación.

Por primera vez desde que nació el blog, hay un salto entre post de un mes en lugar de dos semanas.

Y no pasa nada.

Aiaiai, ¡el viaje!

Pues la segunda parte era Masai Mara.

El llegar se nos hizo eterno y no veíamos el momento de darnos una ducha y cenar.

Casi llegando al hotel, vimos 2 o 3 jirafas bastante cerca.

Yo ya flipé.

Porque mi objetivo (entre otros) era ver jirafas.

De hecho, mis uñas estaban pintadas con animal print de jirafas.

Sí, a veces sale mi lado friki jajaja

Después, dejamos las cosas y poco más.

¡Comenzaban los safaris!

(Mi miniyo interior da saltitos solo con recordarlo).

Nos dividimos en dos jeeps.

Tal cual llegamos al hotel, así nos ubicamos.

Todo aleatorio, pero yo creo que los más locos estábamos ahí.

Núria, Ángel, Soraya, Álex, Iván y yo.

Y Jhon, nuestro guía.

El primero fue un safari cortito, menos de tres horas.

Aun así, vimos varios animales.

Cebras y ñus multiplicados.

Porque había por todas partes.

Una gran manada de elefantes que nos rodeaba desde bien cerca, que fue más que espectacular.

Y ya no recuerdo qué más, pero vimos varios.

Y digo cortito, porque nos esperaban dos días de safari full day.

Sisi, 8-9 horas ahí buscando bichos, comiendo a la intemperie…

¡Qué ganas!

Casi morimos al día siguiente antes de empezar, solo por madrugar para desayunar y prepararnos.

Pero claro, veníamos de días de descansar poco y entrenar.

Eso cansa y el cuerpo lo sabe.

Siguiente safari.

Jhon, no estaba muy fino.

Se acercaba mil a los animales, daba vueltas a toda pastilla para que pudiéramos ver las cosas desde otras perspectivas…

Pero lo agradecí desde el minuto uno.

Porque eso hizo que lo disfrutáramos más.

Disfrutamos todos como enanos.

Nos pasamos más rato de pie que sentados.

Para vivir más la aventura decíamos.

El resultado fue: el cuerpo lleno de morados.

Íbamos dando tumbos de un lado a otro.

Nos reímos muchísimo de eso y de mil cosas más.

El baño y el punto de picnic era la misma sabana.

Eso sí, en lugares donde ya veían que no había animales.

Aunque yo estaba comiendo a 100 metros de un ñu y ya sufría por ello.

El primer día de intensivo de safari fue intenso y super TOP a partes iguales.

Vimos muchísimos animales.

Más de los que se suelen ver en un día.

Realmente una pasada verlos tan cerca.

Segundo día de safari: Iván amanece malo del estómago.

Yo me pego el madrugón de la vida para desayunar e irme al safari y me sienta el desayuno fatal.

Total, que me uno a él y sigo durmiendo.

Dos bajas en el equipo safaris.

Internamente me dio un poco de rabia porque no quería perderme nada.

Pero habíamos visto prácticamente todos los animales ya, así que, en realidad, me pareció hasta bien no ir.

Mi cuerpo necesitaba dormir.

Sumando lo ya dormido por la noche más lo que dormí después, fueron 10 horas.

No es tanto, no.

Pero la media del viaje era menos de 6-7 horas cada día.

Así que esas 10, sabían a gloria.

Aprovechamos para descansar y adelantar maleta, ducharnos tranquilamente y poco más.

El hotel estaba en la naturaleza y te podía saltar un mono en cualquier momento, así que poco se podía hacer.

Las habitaciones eran como tiendas de campañas gigantes con su baño interior y sus dos camas enormes.

La verdad es que tenía bastante encanto.

Durante las tardes (post safari) habíamos organizado unas dinámicas.

Esta vez, Raquel y Miguel no tenían nada que ver y eran un participante a ciegas más.

Mi grupo, el equipo calma.

Núria, Soraya y yo.

Para nuestra noche de dinámica, quisimos hacer algo especial.

Somos tres nervios que por un extraño motivo a algunas personas les transmitimos paz.

Así que, el que ‘el universo nos juntara en el equipo, estaba escrito’.

Basamos la actividad en los diferentes sentidos y la meditación.

Olfato, incienso.

Vista, visualización de un momento del viaje en el que hubieran sentido calma.

Tacto, auto masaje en las manos con crema de vainilla.

Gusto, jugar con la imaginación para traer sensaciones al presente de lo que se siente al probar diferentes alimentos.

Oído, una música de fondo para que el cuerpo se mueva y fluya como cada uno sienta.

La mayor parte fue con los ojos cerrados, lo cual les permitía conectar mucho más con ellxs mismxs, estar presentes y sentir la calma.

Fuimos hablando todas, cada una tenía su parte del texto para ir guiando la meditación.

La mía, justo empezaba con el sentido del oído.

Y ¡voilá, fallo técnico al canto!

La música no suena porque no llega la conexión.

Sí, lo habíamos probado 2 minutos antes y funcionaba, así que no sabemos qué pasó…

En fin, algo había que improvisar.

Pues venga monólogo que me patillé de la nada siguiendo la línea de lo que habíamos estado haciendo y relacionando cosas que me venían a la mente con el sentido anterior (el gusto) y el que quedaba por hacer (el oído).

Salí muy airosa del paso.

Y de repente, las chicas pudieron poner una música random que encontraron.

No era la canción que teníamos pensada, pero nos servía para mantener la calma de la meditación.

Finalmente, acabamos poniendo a Álex en el centro de pie y todxs alrededor suyo para abrazarlo.

Era su cumpleaños, así que nos pareció el mejor momento para darle ese pequeño regalo, acompañado de una libreta con fotos en la que habíamos escrito todxs ya.

Además, después de cenar, le sacaron un pastel los masai del hotel y lo pusieron a hacer sus bailes y a dar saltos.

Fue algo muy chulo también que seguro que recordará siempre.

Las otras dos dinámicas de grupo, también fueron chulas.

Aventura, a modo de gimcana por el hotel.

Comunidad, podríamos decir que otra gimcana pero en una misma habitación todos.

Ambas, divididos en dos equipos.

Fueron bastante divertidas.

En una de ellas yo, me puse a escalar por un sofá.

Venida a arriba en toda regla.

Pero el juego lo requería.

Pues bien, este sería el viaje parte dos muy resumido.

La cuestión aquí era más disfrutar con nuestras propias dinámicas, hacer equipo y flipar con los safaris y los animales.

Sí, objetivo más que conseguido.

Si nunca has hecho un safari, te lo recomiendo muy mucho.

Los moratones que duran más de una semana, están más que justificados.

Hacía mucho que no disfrutaba tanto con amigxs la verdad.

Y a mi Vidi, el ir a un viaje del que a penas sabía nada, también le mereció la pena.

Se agradece poder estar de vacaciones 11 días juntos sin mil cosas de curro de por medio.

Eso sí, el volver a la rutina, no ha sido fácil.

Nunca lo es, sí, pero esta vez, nos ha costado horrores.

Reconozco que, más a mí que a él.

Y acabados los safaris y las dinámicas, vuelta a nuestras casas.

Despedida rápida en Doha y a dividirnos otra vez los de Barcelona y Madrid.

No fue llorera del mil como cuando Tenerife, por dos motivos.

El primero, el vuelo que tenían que coger los de Madrid, se había ido sin ellos y los iban a reubicar en otro.

El segundo, porque el tipo de viaje no era solo de conectar con unx mismx y con el grupo como el otro, si no que también era mucho de vivir la aventura y justo veníamos de esa parte con toda la fiesta en el cuerpo.

Eso sí, abrazar a mi Sori sin que me caigan lagrimillas, no lo logré.

Bendita conexión que tenemos.

Y maldita sensiblona estoy hecha.

A pesar de eso, el resto fueron abrazos y hasta prontos entre risas.

Al haberme “saltado un artículo” ahora ya hace un mes de nuestra vuelta.

Y sigo echando en falta algunas cosas.

Momentos, conversaciones, consejos… en forma de persona.

Pero lo bonito de todo es poder echar de menos.

Eso significa que ha valido la pena.

Así que deseo que eches muchos momentos de menos.

Pero solo esos que valen la pena.

También te recomiendo que vivas aventuras.

La vida en sí, muchas veces ya lo es.

Pero lo es más si creas y buscas las tuyas propias.

Lo de vivir improvisando está bien, pero que no se te olvide disfrutar.

Así que, solo me puedo despedir diciéndote lo siguiente.

Vive mucho y echa de menos aún más.

Drew,

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