FLUIR

Normalmente escribo mis artículos los miércoles.

Pero esta semana no me apetecía.

Estoy en esos días en los que no puedo con mi vida porque me ha bajado la regla.

Desde hace un par de semanas, suelo hacer yoga los miércoles.

Pero ayer no me apetecía ni siquiera eso.

Y mira que me gusta.

Así que, ayer, cuando acabé de trabajar, que encima lo hice más tarde de mi hora habitual, decidí tumbarme un rato en el sofá.

Me hice un café calentito y cogí mi libro.

En ese momento no me apetecía nada más y no sabía si a las 7 tendría cuerpo para hacer mi sesión de yoga en directo o no.

Solo quería descansar, hacer lo que mi cuerpo me pedía, así que decidí fluir y no decidir más allá.

A las siete menos cinco sentí que quería mover mi cuerpo y preparé todo para mi sesión de yoga.

Tras una hora de práctica con algunos momentos un poco dudosos porque me mataban un poco los ovarios según la postura, se acabó la práctica.

Esto que yo hice, fue escuchar a mi cuerpo.

Lo cual es algo a lo que no estamos acostumbrados habitualmente.

Y la verdad es que, tras hacer la sesión, me sentí mejor que cuando acabé de trabajar.

Así que me doy las gracias por haberme permitido hacerlo.

Lo fácil hubiera sido seguir tirada en el sofá leyendo un libro, mirando la tele o haciendo cualquier otra cosa que no fuera moverme porque me apetecía descansar.

Pero a veces cuando paramos y nos escuchamos, es cuando nos damos cuenta de que quizá lo que nos decía nuestra cabeza no era lo que realmente quería nuestro cuerpo.

Seguro que te ha pasado alguna vez que te apetece hacer algo, pero tu cuerpo y tu cabeza te piden cosas diferentes.

Y le haces caso a tu cabeza, así que decides no hacer ese algo.

Del mismo modo que seguro que te habrá pasado todo lo contrario, que directamente tu cabeza te haya convencido de no hacer algo.

Habrá ocasiones en las que le hayas hecho caso y, otras en las que no.

Y está bien así.

Pero yo he aprendido que es mejor y más sano para mí escuchar a mi cuerpo y ver qué necesita antes que escuchar a mi cabeza y hacerle caso todo el tiempo.

Esta, no siempre tendrá la razón ni me dirá lo que más necesito en cada momento.

Es muy lista y a veces quiere engañarnos, pero depende de nosotros hacerle caso o no.

Así como identificar qué es lo que nosotros necesitamos.

Eso ya es cosa de cada unx.

Y no, no siempre es una tarea fácil.

Pero solo nosotrxs podemos averiguar qué es aquello que más bien nos hace.

Después de la práctica mi plan era darme una ducha y preparar la cena.

Guisantes con jamón.

Pero cuando acabé, mi estómago y mi cuerpo se manifestaron de otro modo.

De repente, me apeteció sopa, la cual ya había comido a mediodía.

Pero no vi nada malo ni perjudicial para mi cuerpo con el hecho de volver a comer sopa dos veces en el mismo día.

Porque sí, me encanta comer sopa hasta en verano.

Así que me lancé a ello y preparé mi plato de sopa.

Lo acompañé con una torrada con aguacate.

Otro antojo, sí.

Y aunque pueda parecer una cena un poco rara en su combinación, me sentó de lujo.

De ahí la importancia de escucharnos y de ver qué necesitamos.

Y con esto no me refiero a siempre hacer lo que nuestro cuerpo nos pida y ya.

Porque también tenemos otras obligaciones como el trabajo o diferentes aspectos de la vida del día a día que quizá no podemos modificar, independientemente de que nuestro cuerpo nos pida hacerlo o no.

No estoy hablando de eso.

Mejor quédate con la esencia de lo que te digo que, al final no es otra que parar a escucharnos antes de seguir en la rueda diaria del piloto automático que llevamos siempre puesto.

Seguro que puedes sacar 5 minutos al día para pararte, respirar y ver qué necesidades te está manifestando tu cuerpo.

Puede ser algo tan simple como que te duele algo (un dedo del pie, un poco la cabeza…)

O que no tenga que ver nada con el dolor, como que tengas hambre.

Que el cuerpo te pida sentarte un rato o que, por el contrario, te pida moverte.

O cualquier cosa que te demande, da igual.

Sea lo que sea, si no paramos y nos escuchamos, no podremos percatarnos de ella.

Recuerda que el día a día y la rutina nos hacen estar en el piloto automático que te comentaba.

Pero recuerda también que, depende de ti el poder desconectar ese piloto, aunque sea por un momento.

Seguro que, si lo haces, te sentirás mucho mejor.

Aunque yo venía aquí a hablarte de fluir, que así es como se llama el artículo de hoy.

Y quizá te estés preguntando un poco por qué.

Aunque bueno, con lo que te explicaba anteriormente también puedes entenderlo un poco.

Cuando hablo de pararnos, escuchar y salir un poco de ese ajetreo diario, me refiero también a eso, ya que no deja de ser otro modo de fluir.

De fluir con nosotrxs mismxs y con lo que necesitamos en cada momento que, al fin y al cabo, no deja de ser fluir.

Igual que hice yo ayer, tras decidir no escribir mi artículo porque al plegar de trabajar me apetecía más leer un rato en el sofá y descansar mi cuerpo.

Gracias a ello, pude después hacer esa práctica de yoga que mi cuerpo demandaba y necesitaba a partes iguales, porque me había permitido descansar cuando lo necesité tras trabajar.

Pero va, te voy a dar otro ejemplo por si con este no lo acabas de ver claro.

Hoy jueves tenía programada mi alarma a las 7:45h para levantarme y hacer las mañanas poderosas del Club Antigimnasio, que son de 8h a 8:30h.

Pero cuando ha sonado la alarma, estaba tan cansada que he decidido seguir en la cama un poquito más.

Nada simplemente media hora.

Me ha parecido que mi cuerpo lo necesitaba y, al estar con la regla, me lo he permitido.

Tras quince minutos de seguir ahí tumbada he visto que no me volvía a dormir.

Supongo que el hecho de que ya hubiera dormido siete horas y media ha influido un poco.

Así que, he parado un momento y he pensado que hacer.

Lo he visto claro, quería salir a caminar.

Caminar es algo que me encanta.

Y sí, lo tenía un poco abandonado porque desde hace un par de meses, el hecho de ir sola me crea un poco de ansiedad.

Y lo de caminar es un hábito que dejé de tener.

Pero como sé que es algo que le va bien a mi lumbar y que me hace despejar la mente, hoy me he permitido hacerlo.

Me he preparado y me he lanzado a la aventura.

Además de eso, como he visto que mi mente estaba un poco dispersa y activa de lo normal, he decidido aprovechar esta hora de caminar para ir escribiendo este artículo.

Y por primera vez lo he hecho dictándolo en voz para que se fuera escribiendo solo.

Me ha nacido así.  

Tampoco veía muy factible el ir caminando e ir escribiendo con el móvil para perderme el paisaje o tropezarme y caerme al suelo, que es algo que quien me conoce sabe que me puede pasar perfectamente.

Me encanta escribir y, obviamente, hacerlo con los dedos no de este modo, pero he fluido y he sido un poco flexible.

Y la verdad es que no me está pareciendo tan mal, hasta el punto de que quizá, repito.

Lo único que podría haber notado así un poco más dificultoso es el hecho de que cuando voy caminando sola tengo la buena costumbre de ir haciendo alguna foto.

Justo me acabo de parar hacer una de las florecitas blancas y rosas que me he ido encontrando desde que he entrado en el camino.

Todavía no es primavera, pero me encantan las flores.

Tengo la galería de fotos llena de ellas porque es algo que da vida.

Y llenarme y reconfortarme con un paseo viéndolas, es uno de los pequeños placeres que me permito tener.

Además, te contaré que, el fin de semana pasado, también me permití fluir.

En este caso te hablaré de Drew al volante.

Las personas más cercanas a mí saben que llevo sin conducir desde el verano de 2019.

Aunque no negaré que hace dos años y seis meses, cuando decidí vender mi Astra, cogí el coche para despedirme.

Me acompañó mi padre y solo estuve un escaso minuto en una recta de polígono.

Pero fui feliz dándole gas al coche ese poquito tiempo y eso es lo que cuento como la última vez que cogí el coche.

Esos dos años y seis meses.

Cuando este sábado, después de comer, decidí coger el coche de mi Vidi, me sentí más perdida que otra cosa.

Mi cabeza me decía que no iba a ser capaz porque llevaba demasiado tiempo sin hacerlo.

Y no me preguntes cómo lo hice, pero le puse el mute y me lancé a ello.

Aunque, ni confirmo ni desmiento que estuviera más tensa que todo, pero la cuestión es que me atreví a hacerlo.

Tenía serias dudas por varios motivos, pero fui capaz.

El primero motivo es que el coche que cogía era uno que no había conducido en la vida, el de mi Vidi.

El segundo, que era un coche automático y mi Astra tenía marchas.

El tercero que, aunque fuera un simple polígono por donde lo iba a coger, era un polígono de un pueblo que desconocía porque obviamente me lancé a cogerlo en el pueblo donde vivo actualmente, Llinars del Vallés.

Hace dos años y seis meses ni siquiera había pisado este pueblo porque todavía ni conocía a mi Vidi.

Así que, como ves, mi mente me iba lanzando un sinfín de pensamientos.

Por supuesto, todos ellos negativos para que tomara la decisión de ni siquiera intentarlo.

Pero pasé de ella y decidí hacerlo.

Igual que he decidido esta mañana lanzarme a caminar sola y llevo ya 40 minutos con ello.

Aunque debo destacar un momento muy gracioso de Drew al volante que, en el momento que pasó no me lo pareció tanto.

La cosa es que, al ser un coche automático, va sin llave conectada.

Simplemente, Iván lleva un mando en el bolsillo, enciende el coche con un botón y se lanza a la aventura de la conducción.

Supongo que será más que habitual ahora, pero yo estoy en modo prehistoria jajaja

Cuando llegamos al polígono, me dijo que se bajaba para grabarme y que lo cogiera un momento yo sola.

Como me pareció muy buena idea frené, sin mirar ningún retrovisor y ambos nos empezamos a descojonar de risa.

Llevaba apenas 3 minutos con el coche y en un polígono desierto, así que es algo que nos podemos permitir.

Prometo no lanzarme a las carreteras hasta que me vea más preparada.

Yo ya había avisado de que todavía no me veía preparada para ello, pero que aun así decidí probarlo.

El polígono estaba totalmente vacío de coches y sabía que a pesar de que quizá mi cabeza no hubiera estado del todo centrada como no había ningún peligro ni iba a pasar nada.

Total, que se bajó Iván del coche y como te decía empezó a grabarme, yo me alejé y fui hasta el final de la recta di la vuelta y volví.

Aunque me entró un momento un poquito de ansiedad justamente cuando en la pantalla del coche apareció el siguiente mensaje: ‘no se encuentra la llave de su vehículo’.

Y ahí, me entraron los mil males.

Porque claro la llave se la quedó Iván, pero yo en ese momento ni siquiera lo pensé.

Solo pensé que no sabía lo que iba a pasar porque no estuviera la llave y me empezó a entrar el agobio.

Así que me dije: ‘Andrea, solo da la vuelta y vuelve a donde está Iván que es quien tiene la llave y ya está, todo perfecto’.

Y cuando llegué a él con mi mayor cachondeo (como soy yo) empecé a decir tonterías porque vi que me estaba grabando.

Nada, simplemente un ‘sube que te llevo’ y cosas del estilo.

Muy en mi línea.

Después de dar otra pequeña vuelta con él decidí llevar el coche hasta casa ya que solo eran tres minutos más por las calles del pueblo.

Y me pareció perfecta esa idea para hacerme un poco más con el coche y sin que hubiera muchos coches, personas u otros inputs externos que pudieran estresarme más.

Que para eso todavía no estoy preparada, pero no tengo ninguna duda de que pronto lo estaré.

Si te quedas más tranquilx te contaré que, poco a poco iré cogiendo el coche para tomar más confianza y poderme lanzar en un corto periodo de tiempo a las calles.

Prometo que no lo haré hasta que no me sienta realmente preparada.

Conducir es algo que nunca se me ha dado mal, pero también es algo que nunca me ha gustado.

Lo he hecho más por necesidad que por otra cosa, pero supongo que, así es la vida.

En esto y en otros muchos aspectos más.

Aunque yo te he contado todo esto para que veas la importancia de fluir.

Si yo no me hubiera permitido apagar los pensamientos de mi cabeza y lanzarme a coger un coche, vete tú a saber el tiempo que hubiera pasado hasta que me hubiera permitido hacerlo.

Y sí, vivo en un pueblo bien comunicado con un tren a dos minutos y demás.

Pero también en un pueblo en el que me he encontrado que solo cuatro personas se han lanzado a venir a verme.

Y es algo que he llevado bastante mal, como te he contado en alguno de mis artículos anteriores.

Me hubiera gustado que la gente de mi entorno hubiera empatizado un poco más conmigo ya que no he tenido tanta libertad de movimiento en mis últimos años.

A eso, hay que sumarle, entre otras cosas, la ansiedad de los dos últimos meses.

Cosa que ha hecho que el ir sola se me hiciera un mundo, lo cual a su vez conlleva tampoco coger un tren.

Así que, imagínate.

Creo que no hace falta contar más, ya que es algo obvio y que a cualquier persona en mi situación le pasaría.

Pero no nos desviemos y vayamos a foco.

Que esto de ir dictando el artículo está muy bien, pero también hace que me enrolle todavía más.

Concluiré animándote a dejarte sentir.

A que pares de vez en cuando y te escuches.

Pero a ti, no al mundo.

Siéntete, escúchate.

Fluye.

Y a ver qué pasa.

Drew,

Comentarios

Entradas populares de este blog

PAUSAS

ERES RARA